Le presenté mis demonios, solté un poquito del veneno que palpita mi corazón, y así, sin miedo y sabiéndose en riesgo me abrazó. Decidió quedarse a mi lado, abrazarme y entregarse al abismo de lo desconocido.
Somos hoy dos seres viviendo cosas nuevas, aprendiendo de los demonios que invaden nuestra oscuridad.
Estamos compartiendo para disfrutarnos o tal vez para destruirnos en el intento, pero seguros que el intento habrá válido la mutua aceptación.
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