Y entonces, con el estómago todo apretado, la respiración acelerada, y el pecho apachurrado salió de su casa.
Tomaba calles conocidas para llegar al que es su destino predilecto, ese lugar reservado sólo para ella, la de los cabellos blancos, la de belleza excepcional, la mujer amada, que tanto anhelaba.
Iba con la conciencia jugando trucos, temerosa del futuro, tan cierto como el presente y tan ajeno de realidades.
Le temblaron las piernas al bajar del carro con la esperanza de que no hubiera llegado, así podría elegir el lugar...
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